Por Ricardo Jiménez, docente de ingeniería de telecomunicaciones en la Fundación Universitaria San Mateo

Las ciudades representan solo el 3% del territorio mundial, pero albergan al 55% de la población global, una cifra que se proyecta alcanzar el 70% para 2050. Este rápido crecimiento plantea desafíos significativos en términos de salud pública y sostenibilidad ambiental. Desde una perspectiva económica, las ciudades son motores de desarrollo, contribuyendo aproximadamente con el 80% del Producto Interno Bruto (PIB) mundial. Sin embargo, este desarrollo conlleva una alta demanda de recursos, siendo responsables del 80% del consumo de energía y más del 70% de las emisiones de carbono y residuos a nivel global.

En este contexto, las ciudades inteligentes presentan una oportunidad crucial para monitorear y gestionar de manera efectiva los impactos ambientales, lo cual repercute directamente en el cuidado de la salud de las personas. 

La integración de tecnologías avanzadas no solo permite identificar problemas ambientales de manera temprana sobre aspectos críticos como la calidad del aire y del agua o la gestión ineficiente de residuos, sino que también proporciona datos precisos para implementar políticas públicas orientadas a la salud y la sostenibilidad.

Colombia es altamente sensible a los efectos del cambio climático, enfrenta diferentes desafíos debido a su geografía diversa y sus condiciones climáticas variables. El país experimenta una amplia gama de fenómenos naturales como derrumbes, sequías y episodios de baja calidad del aire, que afectan tanto a las áreas urbanas como rurales. Estos eventos no solo ponen en riesgo la salud pública y la seguridad de los habitantes, sino que también impactan negativamente en la infraestructura y la economía local.

Avanzar en la implementación de políticas públicas que promuevan las ciudades inteligentes no solo podría mitigar los efectos del crecimiento urbano acelerado, sino también mejorar la eficiencia en la gestión de recursos ambientales. Además, estas políticas permiten anticipar posibles desastres naturales, protegiendo así la vida de los ciudadanos, la infraestructura y la economía.

Una estrategia efectiva podría comenzar por la integración de sensores y sistemas de análisis de datos en áreas urbanas clave. Estos dispositivos podrían monitorear la calidad del aire, el consumo de agua y la gestión de residuos en tiempo real, proporcionando información detallada para la formulación de políticas ambientales basadas en evidencia. 

La implementación de estas tecnologías no solo mejoraría la calidad de vida de los habitantes urbanos, sino que también fortalecería la capacidad del gobierno para responder rápidamente a emergencias ambientales y de salud pública.

Asimismo, el uso de inteligencia artificial y análisis predictivo podrían jugar un papel crucial al anticipar cambios en los patrones climáticos e identificar áreas vulnerables a estos eventos, permitiendo a las autoridades colombianas implementar medidas preventivas más efectivas. 

Por ejemplo, podrían desarrollar sistemas de alerta temprana basados en datos precisos y en tiempo real, lo que permitiría evacuaciones oportunas ante amenazas de derrumbes o sequías prolongadas. Además, mediante el monitoreo continuo de la calidad del aire, podrían implementar políticas que mejoren la calidad ambiental y reduzcan los impactos negativos en la salud de la población.

Este enfoque no sólo fortalecería la resiliencia de las ciudades colombianas frente a los desafíos ambientales, sino que también promovería un desarrollo urbano más sostenible y seguro para todos los ciudadanos.

Además, el país podría aprovechar la inteligencia artificial y el análisis predictivo para anticipar y mitigar los efectos del cambio climático en las ciudades. Al prever cambios en los patrones climáticos e identificar áreas vulnerables a la contaminación, las autoridades podrían implementar medidas preventivas que protejan la salud de la población y promuevan un desarrollo urbano sostenible.

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