Por Natalia Bayona, Directora Ejecutiva de ONU Turismo

El Turismo es un sector en constante evolución. Su componente humano y su vinculación con otras áreas hacen de él un sector económico vivo, resiliente e innovador que, quizá por eso, no se libra de tener que abordar retos.  

Estos días, cuando los niveles de visitas internacionales en el primer trimestre de 2024 han alcanzado el 97% de los previos a la pandemia, con 285 millones[1] de turistas, y con el año 2030 en el imaginario colectivo como la meta para enfocarse en alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible, el sector turístico afronta nuevos desafíos.

El primero de ellos es una prioridad en la hoja de ruta de ONU Turismo y pasa por la educación. Es primordial aumentar los niveles de formación de un sector que es el principal empleador de los jóvenes, ya que más del 50% de sus trabajadores tienen 25 años o menos[2]. Además, es importante entender que el 16% de la población mundial está compuesta por la juventud, pero al comienzo de esta década más de 1 de cada 5 de ellos no estudiaban, no trabajaban ni recibían formación[3]. Por ello, hay que abogar por la capacitación en turismo.

También son parte del compromiso el apoyo a las comunidades y ayudar a que la gestión de los recursos sea eficiente, puesto que entre esos objetivos de desarrollo sostenible de los que hablamos se incluye cuidar del planeta y, además, la sostenibilidad económica y social.

La reciente aparición de regulaciones sobre los apartamentos turísticos ha puesto el foco en un modelo que, si bien es reciente, ya necesita de un cambio en las reglas del juego. Para ello, algunos gobiernos apuestan por tomar medidas como reducir el número de establecimientos y otros, por establecer unas tasas, cuando no ambas cosas.

Y en un sector como el turístico, que está compuesto en su mayoría por pequeñas y medianas empresas –se calcula que el 80% del sector lo conforman estos negocios-, es fundamental que todos los establecimientos cumplan con las mismas obligaciones fiscales a las que hace frente cualquier emprendimiento, en aras de esa sostenibilidad social y económica.

En turismo eso pasa por encontrar el equilibrio y que la actividad turística tenga una repercusión beneficiosa para el ciudadano. Porque cabe recordar que el turismo es uno de los sectores económicos más relevantes y supone una oportunidad de empleo para millones de personas en todo el planeta.

Por eso, hay que apostar porque los ingresos que se derivan del sector también se conviertan en inversiones, en proyectos que impacten en el desarrollo y generen valor agregado. Esto es, entre otras cosas, en formación, para mejorar no solo el sector, sino también las vidas de quienes lo componen.

En todo este panorama las instituciones juegan un papel crucial. Su misión es ayudar a encontrar soluciones ante los desafíos que se van presentando en un mundo en el que todo está ya conectado. En este caso, la solución pasa por un marco regulatorio que ayude a mantener equilibrada la balanza, que genere beneficios para las comunidades locales, y desarrollar nuevas formas de entender los destinos turísticos.

Los modelos que se están planteando son diversos y desde ONU Turismo llevamos años colaborando con distintos lugares del mundo para ayudarles a gestionar el creciente número de turistas. Hemos trabajado mano a mano con la Federación Mundial de Ciudades Turísticas (WTCF), que apuesta por medir el impacto en los destinos urbanos y hemos dispuesto también nuestra Red Internacional de Observatorios de Turismo Sostenible (INSTO), una herramienta que ayuda a los destinos a diversificar sus economías turísticas, promoviendo experiencias, ubicaciones y fechas diferentes.

Estas son herramientas útiles a las que se suma la innovación. La tecnología puede ser clave para gestionar y monitorizar los flujos y ofrecer alternativas. Fruto de esta visión existen proyectos como el de los destinos turísticos inteligentes (DTI),  que son aquellos que abogan la sostenibilidad y la accesibilidad y se valen de una buena gobernanza apostando por la tecnología y la innovación.

Pero como decía, en cualquiera de los casos, debe existir un marco que regule la actividad para medir su impacto y buscar el equilibrio. Un trabajo que parte de las instituciones pero que debe implicar a todos los actores del sector para que, en consenso, avancemos juntos hacia un planteamiento en el que las personas, el planeta y la prosperidad sean el eje que vertebre el camino hacia el turismo del futuro.


[1] UN Tourism Barometer, 2024

[2] 1. ILO (2013 United Nations (s.f.), OECD (2023)

[3] ILO (2022)

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